Por qué el 22 de noviembre votamos por Scioli


Los avances conseguidos desde 2003 a la fecha, en materia de juzgamiento a los responsables del terrorismo de Estado de la última dictadura, de revisión del pasado para la comprensión del presente y sus conflictos, de posicionamiento de un conjunto de problemáticas ligadas a los derechos humanos que exceden largamente el proceso de condena a los genocidas –con la Asignación Universal por Hijo como ejemplo central–, pueden y deben ser analizados con relación a su continuidad o posible interrupción a la hora de una elección en la que se define nada menos que el próximo presidente.


Aunque esto tiene que hacerse sin perder de vista que van de la mano con todas las políticas que signaron el proceso histórico que encabezaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández, puesto que conforman el marco político-ideológico bajo el cual se construyó el movimiento que lo hizo posible; y más si lo que se quiere es defender el piso alcanzado y avanzar por el mismo camino.

Igual de importante es tener en cuenta que la de Argentina es una etapa histórica que –como ya ha ocurrido en otros momentos–, es parte de una más general que involucra a toda latinoamérica y, aunque en cada país el movimiento que encarna el proceso histórico es distinto, tiene sus lógicas particularidades y contradicciones, hay un hilo que une al Partido de los Trabajadores de Lula y Dilma, con el Partido Socialista Unificado de Venezuela de Chávez y Maduro, con la Alianza País de Correa, el Movimiento al Socialismo de Evo, el Frente Amplio Uruguayo y el peronista Frente para la Victoria de Néstor y Cristina. Una senda marcada por la reparación histórica, la reinstauración y conquista de derechos para las mayorías sociales, recuperación de soberanía, de alianza subcontinental y de ruptura con el alineamiento automático con Washington.

Del mismo modo que ocurre en los países hermanos, quienes no tienen duda de que hay que cortar estos procesos son los sectores dominantes, los históricos beneficiarios de las políticas económicas liberales o neoliberales –siempre dependientes–, las oligarquías, los grupos concentrados y fundamentalmente sus vanguardias: los medios de comunicación hegemónicos al servicio de los poderes fácticos. En Argentina los ejemplos pueden verse todos los días en TN, Clarín o La Nación, por mencionar algunas de sus más fieles expresiones. Todos los cañones apuntan a debilitar al gobierno nacional y a sostener a Macri, con el sueño de que se imponga en la segunda vuelta sobre el candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, y así llevarse puestas aquellas políticas que les hicieron perder privilegios.

Solo basta leer las editoriales de La Nación, llamando a terminar con los juicios por delitos de lesa humanidad y volviendo a exigir una amnistía para los genocidas, o ver y escuchar a los columnistas de ese u otros medios, para luego reconocer esos mismos dichos en boca de Macri, Sanz, Carrió u otros llamando a dar “vuelta esta etapa de la historia”, no “mirar más hacia atrás sino hacia adelante”, etcétera. Expresiones que son complementadas por las que –medio en voz baja– proclaman los equipos técnicos y económicos, que en reuniones con empresarios plantean la necesidad de “ajustar la economía”, “terminar con los subsidios”, “abrirse al mundo”, “devaluar” y “tomar deuda”; la vieja cantinela liberal que escuchamos desde Martínez de Hoz hasta Cavallo. Allí hay otro hilo conductor que tampoco se nos debe escapar del análisis.

Debatir de donde venimos y sobre todo hablar hacia dónde queremos ir y hacia donde no, reconocer lo tanto que falta, abrir el juego a otros espacios, convocar a cada vez más sectores a militar y organizarse políticamente, ensanchar la base del movimiento nacional y popular que ha marcado los últimos doce años de vida política nacional, son algunas de las tareas que impone la hora, de cara a la elección crucial del próximo 22 de noviembre. Está en juego el proceso de Memoria, Verdad y Justicia, pero también las paritarias, los nuevos derechos ciudadanos, la recuperación de los bienes y la función interventora del Estado a favor de las mayorías; banderas renacidas esta última década junto a los sueños de emancipación que desde Venezuela a la Argentina, volvieron a soplar en la Patria Grande.

H.I.J.O.S. Rosario

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