Falleció Cecilia Nazabal

MADRE Y COMPAÑERA

La noche de este jueves 5 de noviembre falleció Cecilia Nazabal, luchadora incasable por la verdad, la justicia y la memoria de los desaparecidos, una referente indiscutible para los militantes de H.I.J.O.S, que encontramos en ella a una madre en todas sus dimensiones, una maestra que nos enseñó a continuar la lucha por el juicio y castigo y una compañera de militancia.

Esposa de Fernando Dusex –compañero desaparecido de la Quinta de Funes– y madre de Fer, nuestro cumpa de H.I.J.O.S., ha sido para nosotros un pilar, un sostén y una guía en todos estos años de lucha en los que aprendimos junto a ella cómo transitar este camino de construcción de la justicia.


Cecilia fue memoria viviente de los hechos cometidos por los asesinos de la dictadura en Rosario. Dedicó su vida a la búsqueda de la verdad de
lo que pasó con nuestros desaparecidos, a denunciar con nombre y apellidos a los responsables de las torturas, secuestros, asesinatos, desapariciones, robos de bebés y el saqueo a nuestro pueblo cometidos por los terroristas de estado.

Fue también contención para muchas familias de compañeros con quienes construyó lazos y contactos afectivos que fueron fundamentales a la hora de conseguir testigos para esta etapa de juicios orales. Su aporte de información, investigación y vínculos con sobrevivientes y familiares a la causa que hoy transcurre en los tribunales federales de Rosario es invaluable.

Nos demostró que la pers
istencia en la lucha da sus frutos a pesar de los miles de obstáculos que los personeros de la impunidad nos presentaron. Dejó el cuerpo y el alma en la lucha por el Juicio y Castigo a los genocidas, y alcanzó a ver cinco de los asesinos de la dictadura sentados en el banquillo de los acusados.

Fue una fuente permanente de generación de vida. Proyecto y construyó proyectos bellísimos y luminosos como el jardín de niños La Nube, una experiencia pedagógica única en la ciudad.

"La pérdida de tantos compañeros y el esfuerzo de tantos otros no puede ser en vano y alguna vez tendremos la Patria Justa, Libre y Soberana por la que luchamos y con la que soñamos", nos dijo Ceci alguna vez sintentizando en unas pocas palabras el sentido de nuestra lucha.

Fue demasiadas cosas para los compañeros de esta agrupación como para reflejarlo en unas pocas líneas. Madre y Compañera son dos palabras gigantes que se acercan bastante a lo que significará siempre para nosotros.

(Juane)

Comentarios

G. Pieli dijo…
Seguramente, todos lo que conocimos y compartimos momentos con « la Ceci » tenemos anécdotas increíbles para contar. No se si algún día nos pondremos de acuerdo para juntarlas en un solo relato y hacer de ese hecho un evento humano y político que reivindique la esencia profundamente tierna, alegre y combativa de nuestra querida “Pibita”.
Aunque éramos originarios del sur de Santa Fe, ella de Sancti Espíritu y yo de Venado Tuerto, nunca nos cruzamos cuando chicos porque ella era 6 años mayor que yo.
Al poco tiempo de llegar a Santa Fe para estudiar ingeniería química, en diciembre de 1972, conocí a la Ceci que, si no me equivoco, ya estaba de novio con el Chichi.
¡Qué mina! No pasaba desapercibida. Inmediatamente ocupaba el espacio que se le ofrecía. Lo primero que me impactó es que cuando te hablaba nunca bajaba los ojos ni miraba para otro lado. Se te hacía difícil mantener la concentración sobre el tema de la charla porque la insistencia de su mirada ocupaba todo tu cerebro.
Cecilia representaba una mujer muy diferente de las que había conocido y aunque dicen que la amistad entre el hombre y la mujer no dura mucho, ella te ofrecía la posibilidad de la amistad y yo creo que no la desperdicié.
La diferencia de edad hizo que desde los primeros momentos me llamara Pibito como lo hacía con todos aquellos que ella veía como más jóvenes y que así se ganara el apodo de “Pibita” como siempre la llamé.
Militamos juntos tres años, hasta que la represión nos separó. Marchamos, cantamos, pintamos, lloramos, festejamos, discutimos y en síntesis, compartimos momentos que marcaron mi vida.
Cuando nos fuimos de la Plaza de Mayo, en 1974, corríamos juntos con “la Pibi” escapando a los palos y las piedras de la derecha peronista y en ese momento se le dislocó la rótula de una rodilla. No podía correr más. Recuerdo vagamente que apoyándose en mí me dijo – Entremos en ese edificio. Nos quedamos en el pórtico, porque la puerta estaba cerrada, viendo la patota pasar delante de nosotros. A pesar de la adrenalina que la invadía sabía conservar la calma y tomar decisiones apropiadas. Después le daba un ataque de asma, por supuesto.
En julio de este año, como cada vez que volvía a Argentina, la fui a visitar dos veces. Sus brazos siempre abiertos para el abrazo, su corazón siempre listo para la afección, sus ojos siempre fijos en la persona con la que conversa, su mente funcionando a mil entre recuerdos y preocupaciones presentes, sus pensamientos llenos de seres queridos que ella debe proteger, revivir, salvar. No tiene tiempo para pensar en ella. Sus problemas son pesados pero mucho menos que los de los otros. En un momento de nuestra conversación me recordó con una sonrisa que yo había sido “su jefe” cuando militábamos en JUP de química. Le tomé la mano y le respondí que tal vez, por quién sabe qué circunstancias, yo había sido “su jefe” pero que ella siempre fue MI MODELO. Nunca sentí que yo pudiera dirigirla, ella siempre fue para mí la imagen de “la mujer nueva” que nosotros gritábamos llenos de utopías pero que ella encarnaba realmente.
A mi hermana Bibiana que estaba conmigo en esa visita y a la que hacía muchísimos años que no veía, la recibió como quien acoge a un compañero perseguido por la dictadura. Inmediatamente quiso saber cómo podría ayudarla y le tomó tiempo aceptar que mi hermana no necesitaba nada. Recién ahí se largó con un pedido para ella. Bibi, por favor –le dijo- un día que vengas a Rosario con tu auto, vení a buscarme para sacarme a dar una vuelta que estoy cansada de ver el mundo desde el noveno piso, quiero ver a la gente desde abajo.
No pudo ser Pibita, tu destino es vernos desde arriba, protegernos, acompañarnos, guiarnos.
Esto es solo un comienzo, Pibi, poco a poco seremos muchos los que hablaremos de tu ejemplo simple pero profundo. Tal vez sea esta tu vida eterna.
Hasta la eternidad hermanita.
Guille, el Pibito.